Agustín García Calvo, in memoriam

03.11.2012 19:40

Agustín García Calvo, en un retrato de 1990. / MIGUEL NOVACK

 

Agustín García Calvo, poeta, filólogo, filósofo y ácrata, ha muerto el 1 de Noviembre de 2012 en Zamora, a la edad de 86 años. Singular, atípico, original, excéntrico y contrario a todo lo que no procediese del pueblo. Lo que sigue es un resumen de su autobiografía intelectual, conferencia pronunciada en la fundación Juan March, y de apuntes recogidos de sus entrevistas y de las semblanzas que de él se han escrito.

Nació en Zamora en 1926. Ya en su adolescencia quedó encandilado con la poesía y comenzó a escribir poemas. Aquellos primeros juegos suyos con el lenguaje le llevaron hasta la facultad de Filología de Salamanca, donde estudió Clásicas con Antonio Tovar y experimentó con los ritmos de la poesía grecolatina. Desencantado de la poesía al uso e inspirándose en la oralidad de la poesía popular y griega, compuso canciones y poemas para ser canturreados, que denominaba melopeias. En la misma línea escribió también teatro.

Fue primero profesor en el instituto Claudio Moyano de Zamora, después en las universidades de Murcia, Sevilla y, finalmente, en Madrid. Se involucró en la lucha estudiantil contra el régimen franquista, lo que le supuso verse apartado de la cátedra en 1965, junto a Enrique Tierno Galván y José Luis López-Aranguren. Acerca de todo aquello declara: «Lo recuerdo no como una historia, lo estoy recordando constantemente como algo vivo. Como un testimonio de que a pesar de toda la potencia, toda la imposición del aparato del poder, siempre queda algo que está vivo, que se remueve y que puede, ocasionalmente, levantarse contra ello». «La revuelta estudiantil del 65 no fue una revuelta antifranquista como muchos creyeron. Fue una revuelta contra el Nuevo Régimen, el que actualmente padecemos, y que finalmente se ha consolidado en todas las democracias desarrolladas, y su primera característica es que fue inesperada. El Nuevo Régimen, en el que estamos inmersos ustedes y yo, ya que acabó triunfando abrumadoramente, es el Régimen del Dinero; se puede decir que la pesadilla en la que andamos sirve de ejemplo dramático.» «Me sentí arrastrado por los estudiantes y, desde entonces, estoy viviendo de esto, tratando de descubrir la falsedad de lo que nos están contando. Por fuerte que se imponga el Poder siempre se le puede sorprender y coger por algún lado. »

Durante sus años de "amable exilio" en Paris, enseñó en la Universidad de Lille y de Paris-Nanterre y en el Collége de France. En París fundó y coordinó una tertulia política y literaria en el café «La boule d'or», en el Barrio Latino. Allí conoció a Amancio Prada, quien desde entonces ha cantado muchas de sus canciones. Con el regreso de la democracia, fue restituido a su cátedra en la Universidad Complutense.

Tras su jubilación animó la tertulia del Ateneo Libertario o el efímero Círculo Lingüístico de Madrid, una Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje, que intentaba de conciliar disciplinas como la filología, las matemáticas y el teatro. Por último, apoyó al movimiento 15-M, dando charlas en la Puerta del Sol; cerraba así en círculo su trayectoria vital.

Como el de los filósofos presocráticos, todo su pensamiento, está marcado por su empeño por desvelar la verdadera realidad enmascarada por las convenciones sociales y por las palabras aprendidas en la escuela o en los medios de comunicación y que son directa expresión de aquellas. Para evitar ese enmascaramiento de la realidad, usaba palabras como Pueblo, Poder o Dinero con un significado, podríamos decir, metafísico. Pueblo vendría a ser los de Abajo, la gente que sabe intuitivamente y sin saberlo. En contraposición al pueblo los de Arriba, empezando por los cultos, que creen saber y, por ello, no escuchan y desprecian a los menos formados, siguiendo por el Poder, los políticos, y acabando por el Dinero, el capital, a cuyo servicio está el Poder. Todo lo bueno, tanto en el plano de la creación, como en el de la política, solo puede venir desde Abajo. Agustín García Calvo solía decir, que sólo se le atribuyese lo malo que hubiese podido hacer o decir, que lo bueno viene de debajo de mi conciencia. “Es lo que tiene uno, ” decía, “que no está del todo bien hecho, tiene grietas, y de esas grietas puede salir algo bueno”.

A la pregunta de por qué le interesaba tanto la lengua respondía: «La lengua es aquello que cualquiera sabe,» «la única máquina gratuita que se le da a cualquiera.» «La cultura se compra y se vende, la lengua, no, porque no es de nadie». «Ahí, es donde está la morada más visible de eso a lo que aludo como pueblo y que no es individuos ni conjunto de individuos. En la lengua de verdad, no en la escritura, que forma parte de la cultura, no hay quien mande, no hay amo que mande, no hay Dios que mande». Por eso consideraba vanos los empeños por imponer maneras de hablar, como, por ejemplo, cuando desde el feminismo se critica el uso del masculino genérico o los nacionalistas exigen nombrar a las ciudades gallegas o catalanas por su nombre en su propia lengua. Afirmaba que la lengua, por venir de una región inconsciente por debajo de nuestras voluntades, se estropea cuando se intenta usar desde la conciencia.

Entiendía la filología como el arte de leer, de devolver la escritura, que es cultura, que se vende y se compra, a la lengua, que no es de nadie. Tradujo, en versiones rítmicas a Homero, Safo, diálogos socráticos del joven Platón, Las Memorables de Jenofonte Virgilio, Lucrecio, el Edipo Rey, el MacBeth y los sonetos de Shakespeare, La Philosophie dans le boudoir del marqués de Sade, a Belli y a George Brassens, que fue su amigo. Como traductor de Homero, exploró formas de expresión artificiales que tradujesen el extrañamiento propio del lenguaje homérico, caracterizado por su la diversidad de formas tanto en origen dialectal como estadio evolutivo. Hizo ediciones críticas, es decir, límpias de los errores de la trasmisión textual debidos al descuido o la pedantería, de Heráclito, Parménides y Zenón. También escribió de lingüística histórica y gramática, incluídos unos elementos de gramática pensados para la enseñanza media.

De la educación, consideraba el panorama desolador. Siempre se negó a examinar. Desde sus planteamientos, la buena educación no podía tener otra tarea que la de derribar las falsas verdades que se proclaman eternas pero que son creencias puramente accidentales. El buen maestro no sería el que proporciona respuestas sino el que, como Sócrates, plantea preguntas frente a las que todas las respuestas son siempre provisionales. Si algo aborreció, fue inculcar, en palabras de Ridao, la lógica de los mercaderes, la búsqueda obsesiva de la ganancia y los múltiples disfraces que adoptaba, algo cada vez más presente en los planes de estudio que nos vienen de arriba. Afirmaba “cada programa educativo es peor que el siguiente por necesidad, porque el progreso está al servicio del Dinero, lo que antes se llamaba el Capital. La educación es una actividad detestable que está sirviendo a la función esencial del régimen, que es la administración de muerte. La educación consiste en vender a los menos formados futuro, promesas de aquel futuro al que el capital quiere que se dediquen, haciéndoles perder cualquier posibilidad de placer y de juego con las cosas, como podían haber tenido.”Un niño abre los ojos al cielo en una noche de verano, estrellada y oscura, se enfrenta de cara a lo sin fin y luego los vuelve hacia adentro de sí. El ansia de saber sin dar nada por sabido, nos ha sido arrebatada con la educación recibida, más castrante que enriquecedora. Esa mirada primera, ese asombro, algunos lo han olvidado. Yo, no.” “Los cultos no se enteran porque no se acercan a las cosas con interés; les falta la inocencia y la curiosidad de los niños.” “Es importante no creer que el hombre sabe, porque por esa vía no se puede descubrir la verdad.”

De los sufrimientos y las miserias propias y ajenas se vino a desarrollar su interes por la política, no la que hacen los políticos sino la que viene de abajo, del pueblo. En nombre de la libertad, fue tan contrario a la dictadura como a la democracia, a la que consideraba una forma eficaz de convalidar las convenciones sociales. Identificado con el movimiento del 15 M, arengó a favor de su continuidad evitando el error de ser asimilado por el sistema al convertirse en partido político porque “la auténtica rebelión contra el Orden no puede hacerse con las armas del enemigo”. Y añadía: «Lo más vivo y lo que más vale de esta rebelión de gente menos formada -llamarlos jóvenes me suena a fascista- es que los que empezaron con esto no sabían lo que hacían. Lo importante es que no estaban obedeciendo a planes previstos, sino que les venía de más abajo, provocado por un descontento contra el régimen del bienestar, el que nos ha tocado padecer en estos años». «El movimiento debe perder el miedo a acabar con la democracia».

La actitud ética y estética del Gran Negador, como lo define su discípulo Fernando Savater, provocaba en los que se acercaban a su magisterio según Ridao tanta fascinación como desconcierto intelectual, colocándolos ante la saludable necesidad de distinguir los planos de la reflexión y de la acción. Aunque se sentía desolado por lo poco que ha llegado a leerse su generosa contribución, es probable que el pensamiento más estimulante de la España de las últimas décadas, no pueda entenderse sin la influencia de Agustín García Calvo.