Mundo clásico y educación según Jaime Siles

04.11.2012 19:52

(Transcripción de la intervención de Jaime Siles, catedrático de filología clásica de la universidad de Valencia, presidente de la S.E.E.C y poeta, en el programa Para Todos La 2 del 31 oct 2012)

El mundo clásico en una concepción estática muy amplia es una extensión cronológica que abarca desde el 1200 a. C. hasta la caída del imperio romano, pero en una concepción dinámica el mundo clásico llega hasta hoy. En 1910 el arquitecto Adolf Loos afirma “lo moderno es la columna dórica”.

Etimológicamente, el término clásico era un término del derecho fiscal, según nos cuenta Aulo Gelio, y aludía a aquellos que más tenían y más contribuían al fisco. Por lo tanto, son clásicos los libros que más nos dan. Como decía Schlegel, lo clásico es inagotable. La hermeneútica de lo clásico nunca tiene fin, por eso cada generación necesita nuevas traducciones de los clásicos, necesita volver a saber qué es la democracia mediante la tragedia griega, pues los poetas trágicos fueron, junto con la Ilíada, los grandes educadores de la Atenas democrática. Difícilmente sin la tragedia griega tendríamos la idea de estado actual por una razón muy sencilla: la tragedia griega logró tematizar y formalizar todos los fallos del sistema, todas las disfunciones y de ahí su caracter educador. 

Vivimos en una sociedad infantilizada y precisamente los clásicos, que son un espacio de experimentación cerrada donde podemos ver las consecuencias de cada acto, nos enseñan lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, lo que hay que olvidar y lo que no, que es lo verdadero. Thomas Arnold, un gran educador inglés del siglo XIX, explica muy bien que si nosotros dejásemos de leer a los clásicos caeríamos en el peor de los infantilismos.

La sociedad clásica había alcanzado un alto nivel en el desarrollo del pensamiento con el logos griego, que correspondería en términos kantianos a la razón pura, y la lex romana, que sería la razón práctica. La unión de la razón teórica y la razón práctica es lo que nos da el mundus Romanus. El pensamiento semita suavizaría ambos haciéndolos más espirituales.

Esa es la gran lección actualizada del mundo clásico, que ayuda a ser ciudadanos críticos y una democracia necesita una ciudadanía crítica y esa se logra si hay una paideia que funcione.